La lectura en el entorno digital: leer digital, ¿leer diferente?
Las posibilidades de los soportes digitales han transformado nuestra forma de leer, que ha pasado de ser un ejercicio de memoria locativa a una experiencia inmersiva. En cualquier caso, lo que importa es volver al territorio ancestral de la imaginación y construir puentes entre el libro y la vida, para acercarnos así a muchos de los hermosos misterios de la existencia.
A pesar de la (todavía) reciente irrupción en el ecosistema lector, hoy en día la lectura digital prevalece entre los niños en edad escolar. Una generación de nativos digitales convive de manera natural con dispositivos electrónicos, tabletas, teléfonos inteligentes y computadoras portátiles, que los conectan con el mundo del conocimiento y la lectura.
Con respecto a las ventajas y desventajas de los libros impresos frente a los libros digitales existen argumentos enfrentados. Abundantes investigaciones han permitido trazar algunas hipótesis, como el hecho de que la lectura digital es menos profunda porque el entorno está diseñado para buscar información inmediata, porque el modo de leer es fractal y porque el lector de pantallas suele hacer muchas cosas al mismo tiempo.
El libro impreso exige, por el contrario, un ritmo distinto, obliga a detenerse y ejercer prácticas lectoras que implican hacer anotaciones al margen, subrayar, volver a páginas previas, mantener la secuencia narrativa lineal e incluso doblar páginas para indicar lugares donde hay algo importante para recordar. Obviamente la materialidad del libro físico es insustituible, aunque muchos dispositivos electrónicos cada vez tratan de acercase más a esa experiencia imitando el efecto visual e incluso el sonido del pase de las páginas.
Aunque en el ámbito educativo estas diferencias son sustanciales, en la medida que se cuestionan aspectos como lectura superficial vs lectura profunda, información vs conocimiento, distracción vs concentración, en el territorio de la promoción de la lectura los libros digitales han abierto nuevas compuertas que extienden las posibilidades de engancharse con la lectura de una manera activa y estimulante.
Hoy en día la producción de libros animados e interactivos ha dado un salto cuántico, especialmente porque se han creado nuevas posibilidades para contar utilizando diferentes recursos: audios, videos, gestos de mano y entornos gamificados. En términos generales, habría que plantearse si estas interacciones pueden considerarse “lectura” en el sentido tradicional o si justamente el concepto de lectura se ha dinamitado y hoy en día resulta mucho más amplio, en función de lo cambios que han impuestos los nuevos soportes y la gama de los recientes archivos digitales.
¿Cómo cambia la lectura de un libro enriquecido?
El desarrollo tecnológico ha permitido integrar en un mismo archivo distintos formatos, lo que hace posible que un libro cuente con opciones de movimiento y de sonido, pero también que demande una participación del lector para que la historia pueda avanzar. Un abanico de recursos es posible: incorporar un narrador que cuente en voz alta la historia, activar una animación, acompañar con efectos de sonidos y pistas de audio que marcan distintos eventos o emociones, acercarse a un detalle con un movimiento de dedos, deslizar objetos por distintos lugares de la pantalla o usar para proseguir la narrativa, entre otros.
Los llamados libros enriquecidos son altamente sofisticados y hacen gala de recursos que van desde el sencillo toque táctil para activar una animación, al más complejo movimiento de “sacudir” con las manos el celular o la tableta para que algo ocurra en la historia.
Desde este punto de vista, la manipulación de estos libros demanda una alta interacción y desarrolla una manera intuitiva de manipularlos. Los adultos, en este caso, nos sentimos menos diestros a la hora de movernos en estas aguas, mientras que los lectores en edad escolar entienden rápidamente cómo funciona esta narrativa no lineal, principalmente porque las pantallas táctiles han compartido un código de gestos manuales que rebasan los movimientos tradicionales de pasar una página con el dedo, o abrir y cerrar un libro con las manos.
Tocar con el índice un objeto en la pantalla, arrastrarlo y soltarlo en otro sitio, tocar dos veces con el dedo índice, deslizar dos dedos sobre la pantalla, aumentar un área juntando y despegando el pulgar y el índice, detener o hacer avanzar una historia al tocar suavemente la pantalla, agitar el dispositivo, arrastrar algo oculto que está en un borde de la pantalla… son gestos muy distintos a los que hemos estado acostumbrados. Y esto marca una enorme diferencia con el modo tradicional de lectura, especialmente porque desaparece el concepto de página tan inherente a la geografía física del libro.
La distribución por páginas permite desarrollar una memoria locativa que implica poder ubicar lo que se está leyendo: en qué parte de una página recuerdas que estaba ubicado un pasaje que te interesaba, si arriba o abajo, a la derecha o a la izquierda; o en que capítulo estaba una escena. Incluso el concepto de “doble página”, tan esencial para la construcción de los libros álbum, desparece y ahora el lector se enfrenta a pantallazos individuales, lo que desdibuja ese antes y después del eje de una historia… es como si existiera un espacio impreciso que contiene la historia que se está leyendo. Se enfatiza mucho más la multiplicidad de acciones contenidas en una pantalla individual que la continuidad de un hilo narrativo. Muchos libros digitales incluso pierden su valor narrativo, pues esas historias son más bien porciones de eventos conectados.
Ciertamente estamos ante una revolución lectora, lo que nos exige prepararnos para ejercer una mediación inteligente, ya que muchos procesos reflexivos y creativos que se extrañan en la interacción con libros animados pueden ser diestramente orientados por los adultos.
¿Cómo activar la magia de la lectura digital?
Cuando interactuamos con un libro digital no dejamos de sorprendernos por su despliegue de recursos: secuencias que atrapan el sonido del mar cuando un personaje se sumerge o efectos sonoros que reproducen el ruido del tráfico en una imagen de una ciudad congestionada; el crujido de las hojas cuando un personaje avanza en un campo o el fondo musical de una tonada que refuerza el sentimiento que envuelve una escena. No dejamos de asombrarnos cuando tocamos un punto en la imagen del jardín que vemos en frente y se abre un mundo lleno de insectos que no habíamos percibido; con un dedo podemos a ayudar a que un personaje vuele con un paraguas hasta llegar a casa, o podemos abrir puertas, gavetas o maletas para ver lo que hay en su interior.
A pesar del abanico de recursos sofisticados, el libro digital por sí solo puede agotarse en una lectura y puede ofrecer una experiencia rica en estímulos, pero efímera. Se requiere siempre de un acompañamiento lector, aunque el proceso de lectura sea autónomo. No todos los libros animados o interactivos son oportunos, muchos de ellos presentan problemas de calidad, a veces contienen recursos que no se justifican, a veces los textos son pobres o mal traducidos, a veces las ilustraciones son estereotipadas o la historia carece de lógica; se anteponen los estímulos a una verdadera experiencia lectora.
Los adultos comprometidos e involucrados pueden asegurar que se mantenga la potencia de la ficción. Ahora que es más corriente vivir una experiencia inmersiva, resulta más retador acompañar a los lectores para volver siempre a ese territorio ancestral de la imaginación, para construir puentes entre el libro y la vida, para avivar reflexiones o para iniciar caminos creativos con la imagen y la palabra. De esta forma, la sorpresa que un libro digital despierta con sus maravillosos recursos se puede prolongar más allá de su lectura. En definitiva, las buenas historias, no importa el formato, seguirán alimentado lo más profundo del ser humano y acercarán a los lectores a muchos de los hermosos misterios de la existencia.